martes, 30 de julio de 2013

La prima squadra leggendaria: Italia 1934

Italia, 1934. En pleno auge del fascismo, el país de la bota albergaría el segundo Mundial de la historia, gracias a un boicot ejecutado por Benito Mussolini, asegurándose así la organización de la cita mundialista y de paso una propaganda muy conveniente para su régimen político. En este contexto, Uruguay (ganadora del primer Mundial en 1930) se abstuvo de participar en el torneo, siendo hasta la fecha el único campeón en no defender su corona.
Si bien la selección italiana presentaba grandes figuras como Luis MontiAngelo Schiavio o Raimundo Orsi, nadie sobresalía por encima del dorsal 13: Giuseppe Meazza. La leyenda del Inter de Milán era el cerebro en torno al cual se movía el equipo, el jugador que sabía como ejecutar cada acción, además de tener gol. Todo este grupo se encontraba bajo la batuta del primer genio de la estrategia en el CalcioVittorio Pozzo, único entrenador con dos campeonatos del mundo en su haber.
Pese al nivel de la azzurra, tanto Austria como España plantearon partidos difíciles. Ante estas adversidades actuó la mano de Mussolini, coaccionando a los árbitros para pitar a favor del combinado anfitrión. Estaba claro que el título tenía que quedarse en Italia.
Entre toda esta trama el equipo alcanzó la final, donde se mediría a una selección de fútbol elegante: Checoslovaquia. El combinado centro-europeo presentaba a los dos mejores jugadores del certamen internacional: el arquero Planicka y el punta Oldrich Nejedly. Estandarte del balompié en el viejo contiente, Checoslovaquia se vio superada en la final 2-1, con goles de Orsi y un agónico tanto de Schiavio en el 95′. Se habla de que la última medida de presión de Mussolini fue sobre el propio combinado nacional, amenazando de muerte a los jugadores si no se alzaban como campeones.
Pese a toda la presión política y social que rodeó al torneo, no se debe de desprestigiar a la selección que puso la primera piedra en el glorioso recorrido del fútbol italiano desde entonces. Y es que la batuta de Pozzo y Meazza todavía resuena en los corazones de los amantes del fútbol.

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