martes, 30 de julio de 2013

Cuando el Livorno rozó el Scudetto

Hay un campanario en Livorno, de la iglesia de San Jacopo, un campanario tan cerca al mar que parece querer zambullirse y refrescarse en el, para después volver a donde estaba, a pegar sus retoques en el área arenosa del terreno. Livorno conoce bien aquellos retoques, la Livorno futbolística todavía más.

Se narra que durante los partidos de la escuadra ‘labronica’, como sonaban las campanas de San Jacopo, los de aquel equipo se transformaban en once leones. Realidad o fantasía, el hecho es que el campo de ‘Villa Chayes’ era de verdad una fortaleza inexpugnable. Y fue gracias a esta prodigiosa fuerza entre sus propias murallas que el Livorno logra salvarse, por un soplo, al término del campeonato de 1941-1942. La ciudad amaba el fútbol, desde que en 1904 el inolvidable Domenico Carmichael, hijo del cónsul ingles, organizó en ‘Piazza Magenta’ el primer partido entre una selección de la ciudad y un puñado de marineros británicos.
Fue una derrota, pero entre Livorno y el fútbol fue amor al primer tiro (hablando en el argot futbolístico). Un amor tal que no era para nada mellado con ausencia de resultados de la escuadra. El Livorno se salvaba del infierno de la Serie B, y todo parecía andar bien. Tanto así que ninguno habría podido imaginar nunca lo que sucedería la temporada siguiente. El presidente Bruno Baiocchi reforzó la escuadra con algunas contrataciones, a partir del Mister Fiorentini, hasta Soldani, Degano y Raccis. Se buscaba una permanencia tranquila, sin angustias excesivas. Pero el inicio de la temporada fue devastante, seis victorias consecutivas y ‘Cappolista’ (primer lugar de la clasificación). La escuadra iba de maravillas, a una discreta calidad se le unía un temperamento increíble.

La victoria por 2-1 contra el Torino sugería el nacimiento de cierto pensamiento, una idea de la cual casi se avergonzaban de hablar, como si aquellas palabras pudieran ser presa del viento e irse muy lejos: el Livorno podía ganar el Scudetto. El duelo con el Toro se prolongaría hasta la última jornada, con los granates en ventaja de un solo punto sobre la escuadra ‘labronica’.

Minuto 85, el Livorno vence cómodamente 3-1 a un Milan que no espera nada mas que el fin de la temporada, mientras el Torino andaba estancado 0-0 contra un Bari que luchaba en búsqueda de la salvación. La leyenda del fútbol esta por acoger once nuevas divinidades, pero los granates encuentran el brillo del sol a lo lejos, un sol que los ilumina, un sol que responde al nombre de Valentino Mazzola. La estrella del Toro en efecto realiza casi al término del partido el gol que consigna el ‘tricolore’ a los granatas y envía a ese increíble Livorno al mar del olvido.
Quedará de aquella temporada una gran pena por la ocasión perdida, pero también la gloria por haber husmeado en la cima, entonces como ahora, inexplorada por la ciudad toscana. Este año el Livorno vuelve a estar entre los grandes, nadie espera que luche por el Scudetto, nadie ni siquiera lo espera. Siempre que las campanas de San Jacopo estén de acuerdo, se entiende.
Javier Arias | @JaviR9

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